viernes, junio 23, 2006

POEMA

Orlando Guillén
Admirable el arte de abrir la flor del arco
Admirable el arco que es como un surco que abre los brazos al hundirse
precipicio abajo,
el Uno ultánime en el Otro,
a mano mutua
Por entre las brasas dejo este cuchillo o zarza
o puñal o daga o colmillo en el espectro de la luna
Por entre el turbio tropel de los amigos vague
a compás de un aire de mujeres
Y vague por el pecho de las doncellas y por el pecho de las nodrizas
A poco hay lepra en el camino de los muertos?,
oh aves de rapsodia
Piernas de la Tierra que lame el agua,
aguaje bajo el boscaje de cascos en la envidia, en la emperatriz nutricia
y en el hijo del palo del boscaje
Bebo en la jícara del beso
En el pozo de los cerdos
Bebo en el baile que se agita a compás por la pradera
Y Onán orinó semen en la nada
Esquirlas entre el baile y los danzantes
:
puñal en un ojo de luna
puñal como un bajel de oro puesto a arder entre fiduciarios, fideicomitentes
y víctimas a mano de Penélope
Y entre los agujeros y la red de redilas en la horca
Vanos niños al patíbulo
Los sordos Las orejas de quiénes
puestas a arder por los muertos
Vanos niños al patíbulo

jueves, junio 22, 2006

Una sociedad deprimida

Texto: Guillermo Fadanelli

Hace varios años me invitaron a un programa de televisión para charlar acerca de una novela que recién había publicado. La conductora no sabía nada acerca de la novela ni estaba interesada en esa clase de obras. Su especialidad eran los libros de motivación personal o, como se les denomina en estos tiempos, de comicidad involuntaria: libros de autoayuda. El programa fue, hasta cierto punto, un desastre porque mi persona tenía poco en común con sus invitados pasados. Sin embargo, como afirmé entonces durante la transmisión, continúo pensando que formamos parte de una sociedad deprimida que requiere de alicientes para seguir viviendo. Los deprimidos necesitan libros donde se les indique cómo vestirse mejor o cómo hacer un buen papel en la cama. Después de entregarse a comidas indigestas tres veces al día necesian un libro que les ofrezca consejos para bajar de peso. Después de ver televisión cinco o seis horas diarias tienen urgiencia de un libro donde se les aconseje sobre cómo construir una familia sólida.
En vista de que carece de imaginación, el deprimido requiere que sean otros los que resuelvan sus propios problemas. De allí esa pavorosa proliferación de personas que se llaman a sí mismas expertos y que atienden a los enfermos de la sociedad deprimida. Ahora bien,estos expertos son a su vez enfermos en cuanto existen no por vocación sino para satisfacer una demanda del mercado: son una especie de medicina simbólica que crea adicciones todavía más profundas. Además de reconocer su impostura sabemos que el experto es un ignorante en los campos de conocimiento restantes: no es un investigador o un científico ni mucho menos un filósofo.
Debido a que solemos hacer cualquier cosa para evitar pensar es necesario tener a la mano un mecanismo que realice las funciones del pensamiento. Este mecanismo no es otra cosa que un mercado seductor que nos propone saberlo todo sin saber nada a fondo (internet, períodicos, revistas medios electrónicos). Se dice hasta por los codos que la información es poder, pero no se dice que de nada sirve esta información si no puede ser ordenada, comprendida o asimilada en función de valores o estructuras más sólidas. Cuando le preguntas a una persona por qué razón no lee, te dice que no tiene tiempo. No tiene tiempo porque está ocupada en hacer todas las cosas a medias, en vivir sin calidad. El mundo va demasiado aprisa como para detenerse en la lectura, pero es precisamente este detenerse a pensar lo que hace diferentes entre sí a los hombres.
“Los libros piden lectores”, como escribió Michel Houllebecq, pero estos lectores no deben ser sólo consumidores, sino sujetos con vida propia dispuestos a esforzarse por comprender. Esta carencia de lectores o de ciudadanos capaces de pensar por sí mismos nos lleva a una sociedad deprimida y fundamentalista donde tanto los gobernantes como los medios de comunicación electrónica tienen la posibilidad de engañar con suma facilidad a los ciudadanos: el caso de Bush es más que elocuente. Qué sentido tienen las democracias acutales si están formadas por hombres menospreciados, deprimidos, incapaces de establecer diferencias entre las toneladas de información que los medios de comunicación lanzan a sus rostros. Casi nadie lee a Steiner, Trías, Gadamer, Feyerabend, Morin, Sloterdijk, Racionero, Kertész, Juliana Gonzálezl, ni tampoco a novleistas cuyas obras poseen un enorme valor humano.
No es extraño que esta sociedad deprimida dedique su tiempo a los videos donde aparecen políticos recibiendo dinero o frente a una televisión que con pocas exepciones es lastimosa: no es de extrañar tampoco que consuman -no lean- libros que aun cuando se vendan como aspirinas para la depresión son sin duda una de sus principales causas.


Guillermo Fadanelli

México, D. F. 1964. Narrador y ensayista. Su libro más reciente es Dios siempre se equivoca, publicado por Joaquín Mortiz.